viernes, 23 de abril de 2010

¿Hay alguien ahí?

Había tenido un día muy ajetreado, me dirigía al metro de Liceu cuando me tropecé con algo y caí al suelo. En unos instantes me di cuenta qué me hizo caer, un libro, entonces miré a mi alrededor, pero no había nadie; la rambla estaba desierta. Cogí el libro, me incorporé y bajé al andén. Asombrosamente allí también estaba sola, solo me acompañaba el chirriar del tren que entraría en escasos minutos, cuando me acordé del libro que acababa de encontrar. Me picaba la curiosidad. Ojeando las primeras páginas, encontré un punto de libro que marcaba las páginas nueve y diez, cuando repentinamente entró el tren en la estación. Cerré el libro y me dejé llevar. Hice trasbordo en Plaza Catalunya para coger los catalanes, llegué corriendo al andén y subí al tren mientras sonaba la señal acústica. El corazón me latía como nunca, pero por suerte había un asiento libre y lo ocupé, cerré los ojos hasta recuperar el aliento, cuando los abrí vi como una mirada se clavaba en mí y desaparecía entre las butacas, un tanto extraño, pensé. Sonó el móvil, era un mensaje de voz de mi madre: cariño salimos a cenar y al cine, tienes la cena en la nevera, hasta mañana, te quiero. Me sumergí en mis pensamientos hasta que llegué a La Floresta, de un bote bajé del tren y subí las escaleras, una vez en el quiosco giré a la derecha. Era ya oscuro, pero no me importaba, había hecho este recorrido miles de veces. Empecé a subir la cuesta, cuando de repente oí un crujir de ramas, me giré pero no había nadie. Aceleré el paso hasta llegar a casa, el perro del vecino empezó a ladrar, subí corriendo las escaleras y cerré la puerta con llave, no se porque pero no estaba tranquila. Abrí varias luces, me dirigí a la cocina, pues estaba hambrienta. Puse la cena en el microondas, me giré para coger la vajilla, cuando vi como una sombra cruzaba el jardín. Me quedé helada, seguidamente fui al salón cogí el móvil y marqué el numero de mi madre. Se fue la luz. Me tropecé con el bolso y cayó el libro. Algo brillaba en el interior, abrí el libro por el punto, se podía leer: hoy serás mía. Un sudor frío inundó mi cuerpo. Quise levantarme cuando unas manos me agarraron fuerte, forcejeé hasta perder el conocimiento. Eran las nueve y diez.

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